Balada de los caídos y La ley de los caídos (D. D. Puche)
son novelas de fantasía oscura. Nos introducen en un mundo de ángeles
caídos condenados a reencarnarse una y otra vez entre los mortales, y a sufrir el horror y la locura del Despertar, debido a su rebelión. Una
combinación de terror, misterio y acción para lectores tanto jóvenes como adultos. Publicadas por Grimald Libros.UN FRAGMENTO DE LA NOVELA
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UN FRAGMENTO DE LA NOVELA
Balada de los caídos. El mejor grimdark en español
–Pues verás, Christopher –empezó Oscar tras
reflexionar un momento y mirar su whisky–, todo ha cambiado bastante en los
últimos veinte años, en efecto. Has escogido el peor momento para volver. Las
cosas están bastante feas ahí fuera. Lo que no tengo muy claro es hasta qué
punto esos cambios tienen algo que ver con las recientes desapariciones, aunque
es seguro que alguna relación deben de tener. Nada es casual, ya lo sabes. El
azar es la medida de nuestra ignorancia, y en este asunto hay todavía
demasiadas zonas de sombra. Pero sí te puedo decir que el poder de los Señores
ya no es lo que era. Nunca recuperaron el poder que le cedieron a Hador y sus Perros.
Los Luna Negra han ido expandiéndose lentamente, calle a calle, barrio a
barrio, y nadie ha hecho nada para impedírselo. La excusa es que han ido
apoderándose de barrios de mala muerte que no importan a nadie, pero en
realidad ese avance revela la impotencia de los Señores para controlarlos. Son
demasiados. Ya los superan en amplio número.
–No entiendo cómo se ha permitido que eso
pasara. ¿En qué estaba pensando Theodor? ¿Qué ha hecho el Consejo?
–Básicamente nada. Los Señores han estado
demasiado ocupados interviniendo en la política y la economía de los mortales,
mientras desdeñaban lo que ocurría entre nosotros como si su hegemonía fuera a
ser algo eterno. Controlan el ayuntamiento y las demás instituciones; tienen en
la administración y en la empresa privada una legión de siervos. Sólo ansían el
poder y el dinero. Y los tienen. En gran cantidad. Los más importantes médicos,
abogados y periodistas de la ciudad o son de ellos o trabajan para ellos. Lo
sepan o no. Por no hablar de la policía, que es su brazo armado. Sin embargo,
los Lunas campan a sus anchas por la ciudad. Tienen una ambición desmedida, y
como nadie les ha recordado en las últimas décadas que son basura, ya no le
tienen respeto a nada ni a nadie. Su prepotencia aumenta día por día, y cada vez
cuesta más contenerlos. Ya has visto cómo entran en mi casa, trayendo aquí
problemas de la calle. Un consejo, Christopher: no te metas con ellos. Son muy
peligrosos, y su obediencia a la autoridad es cada vez menor... si es que
todavía se puede decir que haya una “autoridad”. Y por si fuera poco, los
Señores cada vez encuentran menos neófitos, mientras que los Lunas tienen una
capacidad extraordinaria para crecer en número.
–¿Y eso a qué se debe? Será que han dejado de
buscar como es debido.
–No, Christopher… es más complicado. El mundo
está cambiando. Nadie sabe a ciencia cierta por qué, pero nuestro número y las
capacidades de los nuevos están decreciendo. Ya no hay neófitos como los de
antes, como los que todavía había en tu generación. Algunos ya decíamos
entonces que todo estaba transformándose, y no se nos hacía mucho caso.
–Sí, lo sé. William no dejaba de insistir en
ello. Era un tema que lo preocupaba mucho.
–Sea como sea, ahora es un hecho. Está
constatado. Cada vez despiertan menos caídos.
–Pero, ¿por qué? ¿Y cómo es que entonces los
Lunas sí encuentran gente nueva?
–Ya te he dicho que nada se sabe; sólo hay
especulaciones. Hay quien cree que tiene que ver con el progresivo olvido de
los conocimientos antiguos. A los que mandan ahora, como Theodor, esas cosas
nunca les han interesado. Son hombres de acción. Mucha fuerza y poco cerebro.
Todo lo contrario que en los tiempos de William… Prácticamente ya nadie lee los
libros hoy. Paul y su gente cada vez son menos y juegan un papel menos importante
dentro de los Señores. Se pudren en sus bibliotecas, donde no molestan. Ahora
sólo importa el poder mundano. Los genuinos conocimientos se ven sustituidos
por supercherías. La ignorancia siempre busca causas absurdas para todo y
salvaciones más absurdas todavía para los problemas que ella misma ha causado. […]
–En cuanto a los rumores de los que me
hablas, algo había oído de eso, durante mi destierro; pero pensé que eran
habladurías de pueblerinos incultos, de caídos aislados del resto y entregados
a antiguas supersticiones.
–Pues no. Es algo que está muy implantado
aquí. Poder mundano y supersticiones absurdas. Todo ello parejo al olvido de lo
que somos. Los nuevos son cada vez más escasos, como te digo, y con poderes
cada vez más ínfimos. Nada comparados con los de hace solamente dos
generaciones. Son como de papel. No mucho más que un mortal cualquiera.
–¿Y los Lunas?
–Ah, ellos cogen a cualquiera. Rápidamente,
sin formación, sin permitirles desarrollar su potencial. En cuanto rastrean a
alguno de los nuestros que está despertando, van a por él y le prometen poder y
burdos placeres. Así se han ganado a muchos, sobre todo en las zonas más
deprimidas, que cada vez son más, como habrás visto. La ciudad se está
hundiendo. Es cierto que luego esos neófitos de los Lunas son carne de cañón.
Cualquier Guardián podría liquidar a cinco de ellos con facilidad. Pero tienen
todo un ejército esperando.
–¿Un ejército? ¿De cuántos estás hablando?
–Es difícil saberlo. Pero pueden ser más de
quinientos.
Más de quinientos. Eso hizo sentirse muy
alarmado a Blake. Incluso en una ciudad tan grande como Hellstown, el número de
caídos no era muy elevado. La proporción de caídos respecto de mortales rondaba
aproximadamente uno por cada diez mil, aunque allí llegaban más, de todas
partes, por tratarse de un lugar tan importante; podría haber unos mil
doscientos caídos en la ciudad. Pero nunca habían despertado tantos neófitos.
Si los Lunas contaban con quinientos efectivos, por débiles que fueran, se
trataría de casi la mitad de todos los caídos del área. Y eso sin contar sus
siervos mortales. Podrían ser, en efecto, imparables.
–Y dices que están esperando… ¿a qué?
–Nadie lo sabe. Las intenciones de Hador son
un completo misterio. Pero hay un ambiente de guerra en el aire que conozco
perfectamente. La mayoría lo negará. Pero yo he vivido esta situación varias
veces ya. Sé que no se acercan tiempos fáciles.
–¿Qué quieres decir?
–No sé cómo expresarlo… Nuestro mundo parece
estar… secándose, perdiendo vida. No es sólo que nadie haga caso ya de los
libros y los recuerdos; es que es patente que cada generación es peor que las
anteriores. En las dos últimas se ha producido un gran salto a peor, una
involución total. Cunden el escepticismo y la superstición, a partes iguales;
ya nadie cree en las cosas que tendrían que creer, pero sí en las que no. Son
señales de que el mundo está en total decadencia. Por eso todos se vuelven cada
vez más hacia la política y el dinero. Los Señores están en el primer peldaño
de la jerarquía; son los más ricos y poderosos. Pero ya sabes: cuando se llega
más alto es cuando se está más cerca de caer. De ahí que no puedan impedir el
auge de los clanes menores, como esos Perros Callejeros que están tomando las
calles. Da la impresión de que los Señores se están enrocando en las capas
altas de la sociedad mientras dejan el resto a merced de los que puedan
cogerlo. Parece el final de una era.
–¿Tú crees que lo es?
–Yo soy bastante pesimista. Los Señores
cometieron un error fatal al dejar crecer deliberadamente a los Lunas. Su
propósito no era otro, digan lo que digan, que quitarse de en medio a todas las
demás familias, a todos los que pudieran rivalizar con ellos, para así acaparar
todo el poder en la ciudad. Los Puños Rojos siempre fueron una excusa. Y
siempre han creído tener a los Lunas bien sujetos por la correa, y que cuando
conviniera se desharían de ellos, como de los demás. Pero el monstruo ya ha
crecido demasiado.
Tras oír eso, Blake quedó meditabundo. No
eran buenas noticias. Ya había constatado varias de las cosas que le había
dicho Oscar, pero el panorama que él le pintaba era peor de lo que él había
pensado.
–Entonces, ¿crees que va a haber una nueva
guerra? –preguntó.
–No sé cuánto tardará ni cuál será el
detonante, pero creo que sí. Antes o después. Me parece inevitable, a tenor de
cómo están las cosas.
–Y mientras tanto, ¿qué hacen las demás
familias? ¿Nadie se da cuenta de nada?
–Sí, pero los demás están a la espera, viendo
cómo se desarrollan los acontecimientos. Hay una calma tensa, como si todo el
mundo esperara algo que está a punto de pasar, pero nadie supiera qué demonios
es. Además, la ambición los ciega: todos intentan acrecentar sus cuotas de
poder y llevarse bien con los Señores, una dependencia que podría ser su
perdición. Aunque, por supuesto, en el fondo nadie se fía de nadie. Por los
movimientos que yo he podido ver, no me extrañaría que los Lunas estuvieran
intentando establecer alianzas contra los Señores con otros clanes. Ahora
mismo, están en el centro de todo. Son los más activos de la ciudad. [...]
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BALADA DE LOS CAÍDOS
D. D. Puche
Grimald Libros
519 páginas
Tapa blanda / ebook
ISBN (papel): 9788409089604
ISBN (papel): 9788409089604
ISBN (digital): 9781370866335
Papel (15,90 €)
Digital (epub) (2,99 €)
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22/8/2021 © D. D. Puche y Grimald Libros
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