Balada de los caídos y La ley de los caídos (D. D. Puche) son novelas de fantasía noir sobre ángeles caídos que sufren un eterno castigo viviendo ocultos entre los mortales. Una combinación de misterio, terror y melancolía. Publicadas por Grimald Libros.

EL ESCENARIO DE LA NOVELA
Hellstown es una gran ciudad que domina la Gran Bahía
del este de EE. UU. Es una de las ciudades más importantes del mundo, con una
población de unos ocho millones de habitantes. Allí los ángeles caídos tienen uno
de sus principales centros de control económico y político sobre el mundo de
los mortales, desconocedores de su existencia. El clan dominante actualmente
son los Señores de la Llama Eterna, apodados “Sangre Azul”. Blake, el
protagonista de Balada de los caídos,
pertenece a este clan, aunque no se siente especialmente identificado con él.
Se trata de una importante familia –como también se denomina a los clanes–
procedente de Europa central, desde donde una rama cruzó hace cuatro siglos el
Atlántico para instalarse en América. Llevaban consigo un pebetero en el que ardía
la Llama Eterna que les da nombre y es su símbolo; según la leyenda, es fuego
celestial robado por sus antepasados durante la Caída, cuando los caídos fueron
desterrados del Empíreo. Desde entonces habría ardido ininterrumpidamente en la
Tierra, durante eones, como recuerdo de su origen divino. Este fuego arde
actualmente en el pebetero situado en una de las plantas superiores de la Torre
Elysius, el edificio más alto de Hellstown (conocido como “el Elíseo”). Los
Señores dominan la ciudad a través de una multinacional, la Elysius Enterprises,
que tiene su sede en dicha torre.
El actual Alto Señor, que dirige el clan, es Theodor,
un antiguo soldado convertido en líder político tras expulsar a su predecesor,
William (quien fue el mentor de Blake). Su mandato se ha caracterizado por
desviarse de la filosofía tradicional del clan, vinculada al cultivo de la
sabiduría y las artes, y con una gran preocupación por mejorar el mundo de los
mortales –si bien dirigiéndolos en la sombra, al margen de su conocimiento y
voluntad–. Ahora, en cambio, los Señores se entregan al poder más mundano,
manipulando la política y la economía mortales con fines más bien materiales y
egoístas. En las últimas décadas se han ido convirtiendo en un clan cada vez
más decadente, y su hegemonía sobre Hellstown está en entredicho.
El clan que les disputa el poder son los Luna Negra,
surgidos en la ciudad a mediados del siglo XX, a partir de una mezcla de
Solitarios (caídos sin clan) y de miembros expulsados de otras familias. Se
organizan como una gran banda, y en las calles se dividen en “manadas” que
imponen el miedo entre la población de los barrios que controlan –que cada vez
son más–. Han crecido mucho en los últimos años, y son ya la mitad de los
caídos de Hellstown; el clan más numeroso, con diferencia. Si bien reclutan a la
peor chusma, y apenas proporcionan instrucción a sus neófitos, el factor número
y sus prácticas brutales los han llevado a dominar todo el suroeste de la
Bahía, una zona en la que los Señores ya no tienen dominio alguno y que la
policía, controlada por éstos, apenas se atreve a patrullar.
Su organización en manadas está relacionada con su
animal totémico, el lobo; se dice que practican extraños ritos iniciáticos
relacionados con éste. Dichas manadas están fuertemente jerarquizadas. El
ascenso en el escalafón tiene que ver únicamente con la fuerza y el valor
demostrados, con su capacidad de imponer miedo tanto a los mortales como al
resto de caídos. De ahí que éstos, aparte de “Lunas” o “Lobos”, suelen referirse
a ellos como “Perros”. Su actual líder es Hador, un oscuro personaje que fue un
Señor de la Llama hasta ser expulsado por sus prácticas crueles y violentas.
Eso explica que su odio y rivalidad hacia los Señores sea enorme y defina su
política de expansión territorial. En los últimos años ha llevado a los Lunas a
tener un tamaño y una influencia con los que nunca pudieron soñar,
organizándolos y disciplinándolos fuertemente.
Los Lunas obtienen sus recursos de burdeles, casas de
juego clandestinas y del tráfico de drogas, que en la zona de Hellstown que
controlan se han disparado de forma alarmante para las impotentes autoridades
civiles. Como el suroeste de la Bahía está en sus manos, disponen de un
importante puerto a través del cual realizar el contrabando. También se
caracterizan por usar a muchos mortales como siervos, los cuales normalmente
desconocen el carácter sobrenatural de sus amos. Uno de esos mortales es Rain (la
coprotagonista de la novela), la novia de Moloch, uno de los lugartenientes de
Hador. De todas formas, su grado de conocimiento e implicación en el clan no
está nada claro.
También tienen presencia en Hellstown otros clanes
menores, como los Guardianes de la Fe, obsesionados con la redención; o los Mendigos,
que ayudan a los pobres y desvalidos. Caso aparte son los Solitarios, caídos
neutrales ajenos a todo clan. Entre ellos destaca el famoso Oscar, dueño de El
Purgatorio, el local más frecuentado por los caídos de la ciudad; territorio franco
donde todo enfrentamiento está prohibido.
Hellstown es una ciudad gris, sucia y algo tétrica. La
crisis económica ha causado mucho paro y un gran incremento de la delincuencia.
Antaño fue una ciudad luminosa y próspera, pero la corrupción y la decadencia
se han cebado en ella, en gran medida por la dejadez de los Señores de la Llama
en las últimas décadas. Ésa es la situación que los Luna Negra están
aprovechando para incrementar su poder. Entretanto los mortales, ignorantes de
todo, siguen haciendo sus vidas en una ciudad que sólo les promete un cada vez
más oscuro futuro. Y ello empeora cuando, de repente, empiezan a dispararse los
eventos sobrenaturales sin que los caídos de la ciudad entiendan por qué. Es
ahí cuando empieza Balada de los caídos…
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